El 29 de febrero, inhabitual de por sí, es un día magnífico para sucesos poco comunes. Clasificarte para una final, por ejemplo. En definitiva se trata de algo que firmas una o dos veces al año… en el mejor de los casos. Lo ha certificado otra vez el Athletic, que será uno de los equipos que compitan por la Copa el 6 de abril en Sevilla, así que Bilbao vuelve a estar de fiesta. Tan cierto es que el rival de ese día se antoja asequible aunque se haya ganado un respeto como que son seis los partidos por el título consecutivos que ha perdido la escuadra de San Mamés. Pero ésas son conversaciones a futuro. El presente viene marcado por un 3-0 inapelable.
Más allá de irreductibles optimistas, el malditismo se había apoderado del Atlético desde que vio su castillo conquistado. Para colmo se lesionó el que casi nunca se lesiona (también el que casi siempre se lesiona), de modo que Simeone tiró con lo que había. Y con eso no es suficiente. El de la tropa del Metropolitano ha sido un buen torneo, incluido el partido de ida más allá del resultado, pero deja una sensación amarga que apenas puede endulzarse con jarabe de Inter. O eso, o dejarse llevar exhibiendo las costuras de una planificación deficiente. Con Griezmann puede que tampoco, pero desde luego sin Griezmann no hay paraíso.
El Atlético amagó, el Athletic golpeó. El equipo de Simeone dibujó un primer acto tan ortodoxo como inofensivo, el de Valverde llegó con pólvora cada vez que llegó. Y en familia, porque los Williams se lo guisaron y los Williams se lo comieron. Nico se la puso a Iñaki para el primero, así que Iñaki no paró hasta que se la puso a Nico para el segundo: una acción se marchó por un palmo, la siguiente efectivamente acabó en la jaula. Fueron los tres lances más llamativos de 50 minutos, los que se jugaron hasta el descanso, en los que sin embargo la pelota fue visitante. El asunto es qué hacer con ella…
Porque además el Atlético fue perdiendo precisión. Había ingresado con determinación en una cita crucial… pero con balas de fogueo. Correa y Morata son dos problemas a día de hoy, ni mucho menos los únicos. El asunto es que el Athletic no se había tirado a degüello, como tantas otras veces, pero supo esperar su momento. Que ni cuarto de hora tardó en llegar: Lino reclamó una falta en campo contrario y se le hizo de noche en el retorno, así que Nico se manejó por la izquierda con la aquiescencia de Nahuel para que su hermano no encontrara obstáculo alguno en la volea con la que, llegando desde el otro lado, puso San Mamés patas arriba.
A Hermoso le dio entonces por extraviar los balones que reclamaba su mediocampo. Anda el central con la cabeza en otro sitio, y sin pinta alguna de que vaya a renovar, cierto es que tampoco su compañero por el carril le auxiliaba. Así pasó después, que Iñaki lo puso en evidencia sin que Lino estuviera ni se le esperara. Para cuando llegó esa segunda muesca, el Atlético había desaprovechado en botas de Correa la única ocasión digna de tal nombre. Pues eso. Al descanso aquello estaba prácticamente resuelto, al descanso el jolgorio era general.
La segunda parte se retrasó por una atención médica en la grada. Por otra, conviene matizar, porque antes ya se había producido un primer parón de apenas un par de minutos. Llamó la atención que no moviera inmediatamente el árbol Simeone, tan prolijo casi siempre con los cambios, y efectivamente su equipo derivó en despropósito de salida. Lo de Nico con Nahuel, por ejemplo, rozó la crueldad. Lo falló Sancet, pero rozó la crueldad. Así que el argentino entró por fin en la triple sustitución del Cholo, al que no faltaban candidatos para salir del campo.
Esas decisiones tuvieron consecuencias, claro que sí: otro gol del Athletic. Jugada colectiva, Sancet dispara, Oblak la deja donde no puede dejarla un portero (horrorosa campaña del esloveno) y Guruzeta pone el penúltimo clavo. Por increíble que parezca en una semifinal, y más allá de la dignidad de Riquelme y de la exhibición de Agirrezabala, todo lo que faltaba se jugó a beneficio de inventario. Cuando Martínez Munuera decretó la conclusión restaba menos de media hora para que comenzara un nuevo día… pero aún era 29. Una fecha prácticamente irrepetible, en clave Athletic. Para el Atlético, refranero: “Año bisiesto, ni aquello ni esto”. A ver si lo otro…
(CON INFORMACION DE MARCA.COM)